domingo, 6 de noviembre de 2016

HISTORIAS PÍCARAS DE MOLINERAS Y CORREGIDORES
(EDUARDO DELGADO)
( FRAGMENTO DEL REPORTAJE “ARCOS DE LA FRONTERA: LA CAL Y EL JAZMIN – ENERO 1.982)


La leyenda de la molinera y el Corregidor va de antiguo asociada al nombre de Arcos de la Frontera, quizá por las aventuras de algún Corregidor incorregible, o vaya usted a saber si por pura y simple invención de algún bardo de por allá, como el famoso Pedro Marín, el Ciego de la Peña, que aún recitaba y cantaba sus coplas en Arcos y sus proximidades a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Se conocen dos versiones populares del romance, que datan del XVIII, además de la que hiciera, hace unos cien años, Pedro Antonio de Alarcón, en forma de relato y quitándole hierro picaresco al asunto: la obras de Casona, el ballet de Falla, una película...
La leyenda cuenta que un mozo recién casado alquiló un molino en el Majaceite, y allí trabajaba de día y hasta altas horas de la noche, por lo cual previno una llave para no molestar a su esposa cuando volvía.
La  molinera, casquivana, accede a los galanteos del rijoso Corregidor de la ciudad, pero advierte que su marido puede volver esa noche en cualquier momento. El Corregidor planea la estratagema; enviará una carga de trigo con un apremio para que sea entregado, molido, a la mañana siguiente, con lo cual habrá de trabajar el molinero toda la noche. Mas hete aquí que el emisario del Corregidor, compadecido del molinero recién casado, e ignorante de la trama de su jefe, se ofrece para quedarse él moliendo el trigo. El molinero, tan contento, monta su caballejo y llega a la casa. Abre con sigilo...

Cuando en la cama
halló a su dama
que el Corregidor y ella
dados al sueño.
Y en una silla
tiene el vestido
muy recogido
sin faltar nada:
reloj, capa, sombrero
bastón y espada.

El molinero idea su venganza, se viste de Corregidor, deja sus ropas y su jamelgo y, mediante su disfraz y la oscuridad de la noche, llega al palacio y se acuesta con la corregidora.

Ella se pensó que era
su esposo que había venido
y le dejó que anduviera
por los campos deleitosos
dando brincos y carreras;
el uno por  la venganza
la otra por la cosa nueva.

A la mañana siguiente, la molinera y el Corregidor descubren, o se imaginan, el pastel, y lo mismo la corregidora. Mas la cosa se resuelve muy a la moderna:

Y como sabios
se dispusieron
que sin agravio
por el desquite
se celebre el suceso
con un convite.

Las coplas cuenta cómo los cuatro comieron, bebieron y al final brindaron, pasando el vaso la corregidora a la molinera, y ésta al Corregidor y al molinero:

Dióselo al Corregidor
que dijo por la tercera;
“A la salud del que tuvo
tras de cuernos, penitencia”.
Y dióselo al molinero
quien dijo por la postrera:
“A la salud del que supo
cobrar del todo la deuda.
A mí no me deben nada
que he ajustado bien la cuenta
y salgo por nuevo a tres.
Y si no, digalo ella”.

Así que vaya usted a saber si la avenencia de ofensores y ofendidos no terminó en un intercambio feliz de parejas.

Y ahora ya Pedro Marín
Advierte que no es novela,
Que por testigo de vista
Pone al Ciego de la Peña




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