HISTORIAS PÍCARAS DE MOLINERAS Y CORREGIDORES
(EDUARDO DELGADO)
( FRAGMENTO DEL REPORTAJE “ARCOS DE LA FRONTERA: LA
CAL Y EL JAZMIN – ENERO 1.982)
La
leyenda de la molinera y el Corregidor va de antiguo asociada al nombre de
Arcos de la Frontera, quizá por las aventuras de algún Corregidor incorregible,
o vaya usted a saber si por pura y simple invención de algún bardo de por allá,
como el famoso Pedro Marín, el Ciego de la Peña, que aún recitaba y cantaba sus
coplas en Arcos y sus proximidades a finales del siglo XVIII y principios del
XIX.
Se
conocen dos versiones populares del romance, que datan del XVIII, además de la
que hiciera, hace unos cien años, Pedro Antonio de Alarcón, en forma de relato
y quitándole hierro picaresco al asunto: la obras de Casona, el ballet de
Falla, una película...
La
leyenda cuenta que un mozo recién casado alquiló un molino en el Majaceite, y
allí trabajaba de día y hasta altas horas de la noche, por lo cual previno una
llave para no molestar a su esposa cuando volvía.
La
molinera, casquivana, accede a los
galanteos del rijoso Corregidor de la ciudad, pero advierte que su marido puede
volver esa noche en cualquier momento. El Corregidor planea la estratagema;
enviará una carga de trigo con un apremio para que sea entregado, molido, a la
mañana siguiente, con lo cual habrá de trabajar el molinero toda la noche. Mas
hete aquí que el emisario del Corregidor, compadecido del molinero recién
casado, e ignorante de la trama de su jefe, se ofrece para quedarse él moliendo
el trigo. El molinero, tan contento, monta su caballejo y llega a la casa. Abre
con sigilo...
Cuando
en la cama
halló
a su dama
que
el Corregidor y ella
dados
al sueño.
Y
en una silla
tiene
el vestido
muy
recogido
sin
faltar nada:
reloj,
capa, sombrero
bastón
y espada.
El
molinero idea su venganza, se viste de Corregidor, deja sus ropas y su jamelgo
y, mediante su disfraz y la oscuridad de la noche, llega al palacio y se
acuesta con la corregidora.
Ella
se pensó que era
su
esposo que había venido
y
le dejó que anduviera
por
los campos deleitosos
dando
brincos y carreras;
el
uno por la venganza
la
otra por la cosa nueva.
A
la mañana siguiente, la molinera y el Corregidor descubren, o se imaginan, el
pastel, y lo mismo la corregidora. Mas la cosa se resuelve muy a la moderna:
Y como sabios
se
dispusieron
que
sin agravio
por
el desquite
se
celebre el suceso
con
un convite.
Las coplas cuenta cómo los
cuatro comieron, bebieron y al final brindaron, pasando el vaso la corregidora
a la molinera, y ésta al Corregidor y al molinero:
Dióselo al Corregidor
que
dijo por la tercera;
“A
la salud del que tuvo
tras
de cuernos, penitencia”.
Y
dióselo al molinero
quien
dijo por la postrera:
“A
la salud del que supo
cobrar
del todo la deuda.
A
mí no me deben nada
que
he ajustado bien la cuenta
y
salgo por nuevo a tres.
Y
si no, digalo ella”.
Así que vaya usted a saber
si la avenencia de ofensores y ofendidos no terminó en un intercambio feliz de
parejas.
Y
ahora ya Pedro Marín
Advierte
que no es novela,
Que
por testigo de vista
Pone
al Ciego de la Peña
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