domingo, 2 de octubre de 2016

Articulo - El Mesón de la Molinera (1965)


EL MESÓN DE LA MOLINERA
José María Pemán - ABC 1 de Julio de 1.965
(Articulo publicado en Arcos Información - 25 de Enero 2.001)

En una carta en verso que escribí hace algunos años a los petas de Arcos de la Frontera, yo les decía que Arcos es un pueblo tan airosamente colocado encina de su peña, que cada mañana hay que mirar hacía él, desde el valle, para estar seguros de que no se ha ido: de que no se ha volado como un buitre o evaporado como una nube.
Por esa misma sutileza aérea -porque la frontera que califa a Arcos no es horizontalmente frontera con los moros; sino verticalmente frontera con los ángeles -su vecindario goza de igual provisionalidad que el pueblo todo. En Arcos hay bibliófilos, numismáticos, astrólogos, un castillo donde, después de convidarlo a uno a pernoctar, le advierten que no se preocupe si pasa por el artesonado de la habitación un pájaro grande: que es el alma de una mora que fue emparedada hace siglos:; una copiosa nómina de fantasmas que salen al atardecer y cuando se cruzan por las calles se dan las buenas noches; y una señora vieja tan entrañablemente limpia que se asegura que encaló su piano de cola.
Pero lo que nunca pensé que tuviera Arcos es lo que me informó un prospecto turístico que me llegó hace poco: deporte acuático, “esquí” y regatas de lanchas motoras. Uno tiene una idea tan cerrada y ardientemente “seca” de Arcos, como de cualquier pueblo de la serranía de Ronda, a cuyas estribaciones Arcos pertenece, que la palabra “deporte acuático” parece en él tan incongruente como lo sería un semáforo para regular la circulación en el desierto del Sahara.
Y sin embargo, ello ha sucedido. En las cercanías de Arcos se ha edificado el Mesón de la Molinera, para atracción del turismo. La molinera que da nombre al Mesón es la de Pedro Antonio de Alarcón y el romance del Corregidor y la Molinera, que se supone ocurren en Arcos. Como la historia va ya agotandose, para el turismo ha empezado a ponerse a rédito la imaginación. A las murallas donde tiró un puñal Guzmán el Bueno o a los castillos donde pernoctó Doña Isabel la Católica, que como se acercó a Granada, pasito a pasito, dejó toda una ruta histórico-turística a sus espalda, van agregandose ahora, así como en la Mancha las ventas y molinos de Don Quijote, la evocación del duendecillo verde y popular que se hace plástico en el Mesón, en tinajas, piedras de moler, balanza arcaica y cinco o seis camareras vestidas de molineritas, previendo, sin duda que la inflación administrativa ha aumentado también el número de los corregidores.
Pues el Mesón de la Molinera ha tenido una idea genial. Aprovechando no sé que embalse preciso para regular los pantanos de Bornos y Guadalcacin, el Mesón ha sabido rodearse de un lago artificial. Al fin y al cabo entre un lago y un pantano o embase no hay diferencia sustancial y todo es cuestión de nombre y de decisión para tirarse a él. El Mesón nos ha invitado a olvidarnos de los ingenieros y pensar, en cambio, en los arboles, con lo cual cualquier embalse se convierte en lago.


Esta iniciativa del Mesón se ha basado en la seguridad de que en la actualidad no hay cultivo de regadío mas lucrativo que los turistas. El Mesón, que tiene en sus cimientos legendarios un romance viejo, revela en sus paredes al sol un amargo epigrama actual: hecha la cuenta, una aranzada de pepinos, tomares o remolacha deja menos que una aranzada de suecos y franceses. El dueño del Mesón ha pensado que como no acabamos de ser exportadores y conseguir que los extranjeros se coman nuestras coliflores y melones, lo mejor es invertir las rutas y comernos nosotros los extranjeros., el Mesón, con su convencional folclorismo picaresco, está construido transformando las paredes maestras de la gañanía y casa de máquina y lagares de una vieja explotación agrícola. En su centelleante alegría de cal, guarda la melancolía secreta de un cambio de ruta y de ministerio. El Mesón canta toda una nueva época. En un testero de su salón, con siullas de enea de Benamahoma y el Bosque, hay un gran panel que representa el epigrama del Corregidor y la Molinera, según la versión de El Sombrero de Tres Picos. La bella Molinera, con una malicia que aún no se atreve a ser flirt y no se atreve a ser bikini, está ofreciendo unos racimos de unas al Corregidor. ¿Dónde hay uvas en los contornos del Mesón?. Hay lago, esquí, motoras, on pairle francais, automóviles y las molineritas flamantes que ofrecen a la cabeza del “menu a la carta” ese armisticio de la guerra de la independencia: “Consomé y gazpacho”.
La genialidad latente bajo el proyecto y eclosión del Mesón de la Molinera ha sido la intuición de que la corriente turística es un modo de traerse el Mercado Común a nuestra zonas agrícolas en la misma medida en que las zonas agrícolas no logran ir al Mercado Común. En un principio hubo quien pensó en arriesgarse a una operación osada y negativista, el turismo viene ahora con un ánimo más sociológico y pintoresco. Por un turista que retrata la Giralda, retratan diez a un niño rascándose al sol. se suele tender a enseñarle a los turistas nuestro desarrollo y prosperidad: fábricas, pantanos, grandes hoteles. ¿No hubiera sido negocio enseñarle un rastrojo de algodón perdido?. Retratarían así nuestra penuria, palabra que tanto les gusta. Y se podría ir perfilando así una ruta turística para laboristas y social-demócratas, que acabaría haciendo rendir a nuestras aranzadas cortijeras algo que tienen dentro y que no sabíamos explotar; metros cuadrados. Cuando una aranzada en vez de producir pimientos produce metros de construcción ha rendido todo su jugo y su valor.
Pero sin llegar a tanto, el creador del Mesón pensó en conseguir de otro modo la síntesis de lo tradicional y lo turístico. Andalucía aplica a la vida los valores de la “vida feliz”, del ”otium”, según el modelo de la Arcadia. El mundo nórdico y sajón aplica los valores del neg-otium, de la prisa. Darle en medio de una serranía, deteniendo su ruta galopante, un embalse convertido en lago es conjugar poesía y negocio. No ha habido Garcilaso ni Teócrito todavía para cantar la ducha, el cuarto de baño. Es el lago y el río lo que conjugado con el turismo puede engendrar una conjunción de la novela pastoril y la modernidad. Y quizá se haya conseguido, en la sierra de Arcos, un nuevo turista de regadío que compense la problemática tambaleante de la zanahoria o el tomate.


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