viernes, 7 de octubre de 2016

Articulo - San Pedro (2001)

SAN PEDRO DE ARCOS
Enrique Montiel

(Diario de Cádiz - 13 de Noviembre 2001)


El sábado, con luz bellísima y frío polar, de vuelta de Grazalema y Benaocaz, fuimos a Arcos. El día anterior, bajo una intensa lluvia, habíamos ido a Prado del Rey a decir versos con Fernández Palacios y Amaya Zuleta, a presentar la revista “Almazara” de la Mancomunidad de la Sierra de Cádiz.
Llevaba semanas soñando con este viaje, acariciando cada instante de anticipación, temeroso de que el tiempo, que estaba siendo tan bueno en las semanas previas, se quebrara en lluvias. Por eso el nuberío del mediodía del viernes, que acabaría en las copiosas lluvias conocidas, nublo mi animo cuando enfilaba la salida a Arcos de la autopista y dio brillos a la melancolía en la recta de la carretera a El Bosque, en la hora del crepúsculo cuya luz era una amalgama extraordinaria de verdes, tierras y pálidos azules desteñidos.
Prado del Rey es un pueblo tan cuidado como los de la Sierra, laborioso y honrado. Con voluntad de avanzar sin atropellar sus señas de identidad y un deseo de presencia en la cultura, en la económica y en la política gaditanas digno del apoyo de todos.
A aquellas horas, y con el intenso frío que a rachas nos cortaba el aliento, nos arropó con cálido afecto en la celebración de la palabra poética.
El sábado las rendijas de la persiana de la habitación del hotelito de Prado del Rey metieron muy temprano un inesperado blancor lechoso.
A través del cristal se veía un cielo azul limpio, un sol alto de mañana fría. La alegría se abrió paso entre nosotros, muchos más, al saber que la nieve había cubierto las cumbres y los caminos grazalemeños bajo el sol inesperado, pero era de ver a tantos llegados de tantos sitios en el puerto de El Boyar contemplando embelesados el espectáculo de la primera nevada de la sierra.
No se pueden contar las intensas emociones de un paisaje a modo de joya en donde están engarzados los diamantes de sus pueblos blancos, y en ello andaba rememorando cuando la visión de Arcos nos invitó, ya cayendo la tarde, a subir a su caserío.
Arcos tiene magia, es sabido, subida en lo alto de la peña, mirador de una tierra que es el mismo tiempo paleta de pintor y granero, viña y huerta deliciosa con un río. Arcos con sus calles pinas, sus fachadas de cal, los palacios y las iglesias de Santa maría y San Pedro.
En Santa María había un boda de blanco y velo, y en San Pedro un lienzo cubría por completo el retablo de su altar mayor. Su párroco nos permitió ver el trabajo de sus restauradores, el esplendor extraordinario de otra joya sin igual del tesoro religioso de Cádiz.
No hay palabras para resaltar el trabajo de estas personas anónimas, dijo Amaya con razón, quienes están devolviendo exactamente la luz a esta maravilla. En enero se descorrerá el velo y se verá el milagro.


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