sábado, 8 de octubre de 2016

La Semana Santa de 1928


Con un tiempo templadísimo, aunque algo nublado, han comenzado nuestras fiestas religiosas.
A las dos de la madrugada salió de la iglesia de San Francisco, la primera cofradía de las que hacen estación, o sea la del Señor Atado da la Columna y Nuestra Señora de la Paz, conocida vulgarmente por la de San Antonio.
Desde las primeras horas de la noche, el populoso y simpático barrio se vió como es tradicional costumbre, animadísimo, igual que el hermoso templo profusamente iluminado, donde numerosos fieles y cofrades esperaban la salida de la cofradía.
A la hora que anteriormente apuntamos la verificó, abriendo marcha una sección de la guardia municipal montada en traje de gala y precedida de numerosos nazarenos y comisiones de las distintas cofradías. Casa paso llevaba un piquete de la de infantería.
Con gran orden y compostura ha hecho el recorrido de su itinerario y con el mayor lucimiento, volviendo de regreso a su iglesia a las nueve de la mañana, donde entró en medio de las aclamaciones de los vecinos y entusiastas de la Hermandad.

Poco después de hacer su entrada la cofradía del Señor Atado a la Columna, empezó a caer una ligera lluvia que se fue acentuando de tal manera que hizo imposible la salida de San Juan de Dios de la titulada Santo Cristo de la Vera-Cruz, que tenía señalada la hora de las 17 para hacer su estación.
En vano esperaron nazarenos y público una clara que ls permitiera salir a la calle, viendo frustrados sus deseos, ya que la lluvia se convirtió en torrencial, y así continuó toda la noche, imposibilitando también la salida de Nuestro Padre Jesús Nazareno, hermandad la más popular y la que con mas fervorosos entusiastas y devotos cuenta, no obstante de que la mayoría de ellos querían a todo trance hacer su recorrido, sin tener en cuenta el estado del tiempo.
Cuando todos creíamos deslucidos nuestros festejos religiosos, amaneció un Viernes Santo sin lluvia y con alternativas del sol, que bastó para que el público se echara a la calle y para que las cofradías a que antes nos referíamos efectuaran su salida a las tres de la tarde en medio del mayor entusiasmo, llegando hasta la Iglesia de San Francisco, donde recogiendo a la del Dulce Nombre, volvieron a regresar a la parroquia de San Pedro, uniéndose a la del Santo Entierro y volviendo todas reunidas a recorrer el itinerario acostumbrado.
El paso de las cuatro hermandades ofreció un espectáculo verdaderamente sorprendente y de una incomparable visualidad, sobre todo una vez anochecido.
La fluencia de público era enorme, entonándose gran número de saetas, que eran acogidas con grande vivas y encendiéndose infinitas bengalas por los fieles que presenciaban el paso de las imágenes desde los balcones, contribuyendo en gran parte a prestarle mayor solemnidad y esplendor, la asistencia bajo mazas del Excmo. Ayuntamiento, que presidio por el Alcalde don Manuel Gómez de Luna y acompañado de las demás autoridades y gran números de particulares, marchaba detrás de la sagrada mortaja.
A la una de la madrugada estaban todas las cofradías en sus respectivos templos, a excepción de la de Nuestro Padre Jesús, que continuó su recorrido hasta el mismo puente, donde dio su bendición según tradicionalmente costumbre,  regresando lentamente hasta la iglesia de San Agustín, en la que llegó a las cinco y media de la madruga, presentando sus alrededores un buen ambiente de público.


Diario de Arcos - 5 de abril de 1928

No hay comentarios:

Publicar un comentario