A la una y meda de la tarde de ayer
avisaron al Juzgado de Instrucción de este partido que en el cementerio de esta
ciudad se había suicidado un hombre.
Inmediatamente se constituyo allí
el celoso juez D. Enrique Rodríguez Lacin, encontrando en el segundo peldaño de
la grada de la cruz que hay en el centro del cementerio y en medio de un charco
de sangre, el cadáver de un hombre, sentado e inclinado sobre el lado derecho y
entre las piernas una pistola de dos cañones sistema Lafouchet, uno de los
cuales estaba vacío, y el otro contenía una cápsula descargada.
En la región pariental derecha
presentaba el cadáver una herida por donde entró el proyectil que le produjo la
muerte.
Se dispuso por el Sr. Juez que se
reconociera el cadáver por el público que había acudido al lugar del suceso,
pero nadie le conocía.
La mujer de un sepulturero dijo que
poco antes había visto entrar a aquel hombre en el patio y enseguida oyó una
detonación, corriendo asustada a buscar al conserje.
Practicadas por el juez activas
diligencias es esclarecimiento del hecho, gracias a ellas ha podido averiguarse
ya quién sea el suicida.
Llamábase Sotero Soto Gutiérrez de
unos treinta años, natural de Bornos, zapatero ambulante y vecino últimamente
de Jerez, casado con María Antonia Ruiz Palacios y con tres hijos.
Parece que dicho individuo llegó
ayer tarde a la Posada del Camino de Bornos, con un niño de nueve años hijo
suyo llamado Juan, pidió una cama y acostó al niño se salió. A media noche
volvió embriagado y salió de nuevo dejando allí al muchacho y ya no volvió más.
Durante toda la noche estuvo
recorriendo las tabernas y casas de lenocinio de esta ciudad hasta que fue al
cementerio y se dio muertes.
El niño, viendo que su padre no
volvía fue a casa de unos tíos que tiene en esta ciudad, con quienes estuvo un
rato, marchándose luego sin que se sepa dónde, aunque se cree que haya ido a
ver a su abuela que reside en la Sierra de Bornos cerca de San Andrés.
El Arcobricense - Domingo
4 de junio de 1899 - Núm. 444
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