Pese a que Hipólito Sancho asegura que el Hospital de la
Misericordia de Arcos se fundó en 1490, Miguel Mancheño y Olivares, el
mejor y más documentado historiador de Arcos de la Frontera, no llega a afirmar
tal extremo. Hasta el momento, el único dato fiable acerca de la historia del
primitivo Hospital de la Misericordia de Arcos de la Frontera lo aporta este último,
quien basándose en una referencia indirecta de un documento de 1605 llega a la
conclusión de que esta institución benéfica fue fundada por doña Beatriz
Pacheco, marquesa consorte de Cádiz tras su matrimonio en 1470 con Rodrigo
Ponce de León. Doña Beatriz murió en 1511, realizando un año antes una
importante dotación económica para el hospital, de ahí que la fundación tenga
que ser anterior a 1510.
En la actualidad, lo único que se conserva del primitivo Hospital de
la Misericordia es la iglesia, cuya datación resulta un auténtico misterio. No
obstante, un análisis del edificio permite dar unas fechas aproximadas de
realización. El templo presenta dos partes claramente diferenciadas. Por un
lado está la fachada y el cuerpo de la nave, que podrían haberse construido a
finales del XV o principios del XVI, ya que siguen los modelos ornamentales de
la arquitectura jerezana de esa época. La fachada presenta un vano adintelado
rodeado por un alfiz que se encuentra bordeado de una banda de decoración vegetal
y otra de caireles. El conjunto se encuentra bordeado por dos pilares de planta
poligonal decorados con baquetones y pináculos que se adentran en el cuerpo
superior, resuelto mediante un gran arco apuntado decorado con una banda de
motivos vegetales en la arquivolta, que forma un tímpano que alberga una
hornacina cubierta por un doselete. El piñón escalonado que remata la fachada
parece obra posterior, quizás del mismo momento que la bóveda de cañón que
cubre el cuerpo del edificio.
La única nave que tiene el templo se articula por sendas arcadas
ciegas de tres arcos peraltados que apean en pilares de planta cuadrangular
ochavados, cuya única decoración es una suerte de pie en el arranque del ochavo
y una leve moldura en la línea de imposta. Este tipo de arcada parece una
versión de las que forman el patio del castillo de Bornos, algo que ya fue
señalado por García Peña.
La capilla mayor habría sido levantada en una segunda fase
constructiva, posterior a la llegada masiva de canteros portugueses a la
comarca. Se abre a la nave mediante un arco apuntado que presenta decoración
vegetal en la línea de imposta. El espacio cuadrangular se halla cubierto por
un único tramo de bóveda de crucería con terceletes de los que nacen, en unas
claves secundarias, unos combados que van a morir juntos y descienden un
pequeño trecho por el muro inmediato, al igual que en San Marcos de Jerez y en
el Claustro Grande de la Cartuja de la Defensión, transformándose en una
ménsula en forma de piña, motivo ornamental típico del repertorio tardogótico
luso. Los nervios principales y los terceletes mueren en unos pilares de planta
redondeada ubicados en las esquinas que recogen las líneas de fuerza
transformándolas en baquetones y que se encuentran surcados desde el enjarje
hasta el basamento por unas bandas helicoidales que les dan un aspecto de
malla, muy similares a las la iglesia del monasterio de Belem en Lisboa y a las
de la capilla del Rosario de Santa María de Arcos. Estas columnas ya fueron
estudiadas por García Peña, quien las puso en relación con dos obras jerezanas
como son las del patio del jerezano palacio de Ponce de León y las ventanas de
la cabecera de la iglesia de San Mateo de la misma ciudad.
En el muro de la epístola se abre una hornacina resuelta por un arco
rebajado que presenta en la línea de imposta unas figuras grotescas en las que
se ha querido ver los retratos de doña Beatriz Pacheco y don Rodrigo Ponce de
León (4), sin que parezcan ser más que motivos inspirados en los bestiarios
medievales. Sirva de ejemplo el bufón con cuerpo de animal (supuestamente don
Rodrigo) que también aparece en una de las portadas del castillo de Bornos, sin
que nadie lo haya interpretado como un retrato de don Fadrique Enríquez de
Ribera. Además, si tenemos en cuenta que la figura de Arcos está situada tras
el ano de una vaca, que parece abanicarse el orificio, no creemos que quedase
en muy buen lugar la figura del retratado, que a buen seguro hubiese montado en
cólera al verse de esta guisa.
Por otro lado el supuesto retrato de Beatriz Pacheco, que aparece
visitada por un ciervo que parece olisquearla, recuerda a algunas de las toscas
figuras de las ménsulas del Claustro Grande de La Cartuja de Santa María de la
Defensión, pues la burda cabeza aparece embuchada con dos cuernos de la
abundancia, al igual que algunos de los querubines de este claustro.
En la pequeña y sofisticada iglesia del Hospital de la Misericordia
encontramos de nuevo la búsqueda del prestigio ante la sociedad mediante la
arquitectura. La poderosa casa ducal de Arcos, a la par que cumplía una
importante función social al fundar un establecimiento en el que se recogiesen
unos enfermos que hasta el momento se morían, literalmente, en la calle,
reforzaba su buen nombre con un templo bien labrado y profusamente decorado.
Con esto dejaban clara su solvencia económica, ya que en lugar de contratar a
los anquilosados maestros locales, preferían buscar a otros que llegaban de
otras tierras y traían nuevas ideas estéticas asociadas al lujo y el afán de
renovación.
Fuente: Diario de Jerez – 03.04.2016 – Manolo Romero Bejarano
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